María Magdalena. La esencia del Amor.

¿En que consistió la esencia misteriosa de María Magdalena? Sí, sabemos que fue maestra, guía instructora, conocedora de grandes misterios espirituales, heredera de Cristo, custodia del Grial, discípula de María… Pero su singularidad consistió en que pudo aceptar en su corazón la PLENITUD del amor, un amor vivo, real, dedicado, activo. ¿Qué quiere decir vivo? A continuación trataremos de plasmar lo que quiere decir, pero para empezar queremos diferenciarlo del amor de pensamiento, particular, personal; y por lo tanto abstracto, limitado, temporal o condicionado.

La existencia de este amor era tan evidente que solo su presencia conmovía a las personas. Sus corazones se enternecían al recibir este amor en forma de la vibración tan elevada que transmitía: en forma de olas, como una música silenciosa, inundaba todo a su alrededor. Bastaba con estar cerca de ella, permanecer en su esfera, para que el ser interior se cambiase, incluso hasta hacer una metamorfosis positiva: despertaba su potencial divino, se iniciaba en la sabiduría superior, y podía llegar a nacer de nuevo.

María Magdalena, al haber conocido y experimentado la revelación del amor supremo y puro, podía colmar con este amor a todos los que venían a ella pidiendo ayuda, independientemente del estado en que se encontrasen. Toda persona era merecedora de ser contemplada bajo la luz de la pureza con su mirada sagrada: veía la belleza, pureza, bondad en cada uno: el yo verdadero, original, solar.

Al experimentar este consuelo, muchas personas quisieron convertirse en discípulos suyos. Entonces María Magdalena los preparaba para convertirse en receptores de este grado superior de amor. Ella se transubstanciaba en el prójimo, se unía de modo puro y luminoso, desinteresadamente. Y es a través de una unión, un matrimonio espiritual entre las almas, que este amor sagrado y absoluto se trasvasa de un corazón a otro. El alma vive entonces en el prójimo, permanece unida a él, le sirve. Uno sirve al otro, está en unión con el otro… y la humanidad se convierte en una gran fraternidad.

Con esta perspectiva luminosa sobre el otro, se le ayuda a vencer  las pasiones oscuras, los pensamientos malos, la mentira  y otros tantos venenos como el rencor o el juicio. Como es de suponer, la unión pura se da a condición de cultivar la pureza el interior. Tras recibir una iniciación en la sabiduría universal, se ha de adquirir el discernimiento sobrio, estar en continua vigilia espiritual, realizar catarsis.

Pero este proceso sería imposible sin encontrar un espejo sagrado en el que se pueda ver el alma. Y en esto consistía la fuerza de María Magdalena. Era una manifestación perfecta del amor celestial, la unión y la transubstanciación en el prójimo.

No necesitaba hacer uso de la palabra para comunicarse. Su escuela, fue una escuela sin dogmas ni cánones ni libros. Ilustraba con su ejemplo vivo de amor, con relatos verdaderos sobre su propia experiencia. Si pronunciaba sabios discursos, era en respuesta a las muchas preguntas que le planteaban científicos, ilustres poetas, escritores o filósofos. María veía muchas de estas preguntas como innecesarias, pero respondía con humildad, diciendo que era la Sabiduría la que le dictaba estas respuestas y lo hacía como prueba de que quien posee el amor superior posee también el horizonte de todos los demás conocimientos; de la misma manera que para quien está cerrado el amor, le está cerrado el verdadero conocimiento.

La práctica cátara

 

LA PRÁCTICA CÁTARA

Una gran búsqueda inquieta hoy a la humanidad. Millones de personas realizan prácticas espirituales en busca de la felicidad, en busca de la paz, en busca de más abundancia (generalmente material y económica), en busca de poner fin a sus problemas, en busca de tener éxito en la vida… Se busca y se busca, sin parar. Pero, ¿por qué se busca; aquí y allá, y más allá, y otro curso más, y otra terapia, y otro maestro…? ¿Por qué?

Porque no se encuentra.

¿Y quién busca? Busca quien siente que le falta algo. Busca quien ha perdido algo. El verbo buscar ya en sí mismo presupone haber perdido. Y así es: hemos perdido algo, y ese «algo» lo buscamos y buscamos, y practicamos y practicamos para hallarlo, incansablemente.

Según el catarismo, el alma, al descender a este mundo, perdió el recuerdo de su vida en los cielos. Pero no por completo, pues el ser humano, en cierta manera, aún recuerda que en algún otro lugar y en otro tiempo fue feliz, estaba tranquilo, sosegado… Queda un vago recuerdo de otra vida, y esa vida perdida es la que estamos buscando.

Se trata pues de una gran búsqueda. La búsqueda eterna que ya mencionó Cristo, la de «vivir en la Tierra como en los cielos».

La diferencia entre la práctica cátara y otras prácticas es: el lugar al que conduce el camino, el cielo al que se llega.

Muchas prácticas persiguen un estado placentero, de bienestar, de alegría, de amor…; pero si se pregunta: ¿y a dónde te llevará tu práctica, cuál será el final de tu camino? Pocos podrían contestar. No saben adónde les están conduciendo. Solo practican y practican, pero el lugar al que llegarán queda como un misterio. Se desconoce no solo el final, sino la misma ruta que se está tomando.

Un día conocí a una buscadora que SÍ sabía cuál era el final de su camino práctico. Ella quería alcanzar el Nirvana. Lo definía como un estado de quietud absoluta, de paz, de no pensamiento: «la cabeza vacía, sin ningún ruido allí dentro».

Su maestro espiritual le había enseñado durante años decenas de prácticas para alcanzar dicho Nirvana, él lo llamaba: el infinito o la eternidad. Este «guía» aseguraba vivir allí. Había alcanzado tal estado y como maestro conducía a otros hasta este «místico» lugar. La buscadora, como alumna tozuda, se esmeró y esmeró, y lo consiguió. Un día, en una meditación llegó hasta allí, y lo relata de la siguiente manera: «me pareció grandioso, no había pensamientos ni emociones, era como un vacío inmenso, no había nada, nada. Ni colores ni gente ni edificios ni ruidos… no había nada. Ningún sonido en la cabeza. Solo un espacio inmenso de un color parecido al violeta. Nada más, solo había violeta».

En aquel momento le pareció el paraíso, sobre todo porque allí no pensaba ni sentía nada, había alcanzado la quietud absoluta, su anhelado Nirvana. Y pasó el tiempo, y cada vez alcanzaba con más facilidad este estado en sus meditaciones… Subía al «infinito» cuando quería. Y poco a poco, se quedó a vivir allí.

Pasaron los años… y de repente, como tras un largo sueño, se despertó y comprendió algo: «estoy sola, no hay nadie a mi alrededor, no puedo amar a nadie estando aquí, no hay nadie en este lugar… estoy como muerta. ¿Acaso la muerte se diferencia en algo de este estado?». Entonces quiso salir de allí, pero ya no le fue tan fácil. No encontraba la puerta de retorno.

Han pasado cuatro años desde que alcanzó su Nirvana y ahora cuenta: «De verdad no había nada. Era vacío. Nunca volvería allí. Es la muerte. ¿Cómo querría volver a un sitio donde no hay nada: no hay ni una señal de vida?… Absoluto vacío».

En verdad, en un principio el «infinito» le pareció grandioso porque había alcanzado la experiencia de no tener pensamientos ni emociones molestas, y esto en algo puede parecer muy esperanzador. El alma, de verdad, busca cómo liberarse del cuerpo, estar más lejos de la cárcel de las emociones y pensamientos. Busca vivir «en la Tierra como en los cielos». Pero se hace imprescindible conocer el lugar al que llegará el final de nuestro camino: si será una cámara vacía, si será un lugar violeta sin límites, sin nadie alrededor, o aún peor, si solo habrá gritos y desesperación.

 

La práctica cátara conoce perfectamente el objetivo de su camino y el lugar al que conduce: el CORAZÓN ESPIRITUAL, y el objetivo: ABRIRLO. Y…, ¿por qué el corazón, por qué allí, qué puede haber allí dentro? ¿Acaso no será de nuevo un vacío, una sala sin nada, un color violeta o rosa y nada más; o acaso estará el amor, como algunos dicen de modo abstracto? ¿Qué puede haber en él?

Es maravilloso encontrar testimonios de personas que han podido entrar a allí.

En Colombia, es conocido el caso de una mujer que en una experiencia cercana a la muerte dijo haber entrado en el corazón de Cristo. «Entré allí como por unas puertas y detrás de las puertas vi un país maravilloso lleno de hierba verde fresca, agua por todos sitios, seres luminosos, flores aromáticas, todo estaba iluminado con hermosísimas tonalidades de colores, caminaban gentes vestidas con prendas preciosas…». En el corazón de Cristo había VIDA. Ningún vacío.

 

Juan de San Grial tuvo el gran honor de entrar a su propio corazón acompañado de la mano de la Reina Celestial y…, ¿sabéis lo que había allí? No era una cámara sin más. Allí había ríos, montañas, flores, árboles, había animales inimaginables, de ojos bondadosísimos… Había una arquitectura fabulosa de castillos, palacios bellísimos, jardines fragantes… HABÍA VIDA. ¡¡¡VI-DA!!!

¿Por qué cuándo llegamos al catarismo todos los que estamos aquí tenemos esta sensación?: ¡Por fin, ya está, ya he encontrado, ya no necesito seguir buscando y buscando… ya he llegado!  Preguntad a cada uno de nosotros y siempre escucharéis la misma respuesta: «Yo ya no sigo buscando, he encontrado». Y ¿a quién? podríais seguir preguntándonos. Y todos, sin duda alguna, contestaríamos: a la MADRE CELESTE.

Ella no vive allá, lejos, en algún lugar de las alturas. Los cielos ni siquiera están en los cielos. Los cielos tienen una puerta de entrada, que tampoco está en los cielos. Esa puerta está aquí, en la Tierra. Y está bastante cerca, en TU CORAZÓN ESPIRITUAL. Pero este está cerrado.

Hoy en día, más que nunca, urge abrir el corazón, abrir sus puertas con llaves doradas. No con cualquier llave se abren las puertas. Las del corazón, requieren llaves de oro utilizadas a lo largo de los siglos por las espiritualidades auténticas: catarismo, zoroastrismo, bogomilismo…

Los cátaros rezamos, nos abluimos, bailamos, cantamos, hacemos ejercicios sinrítmicos  que ayudan a la salud física… Mas no rezamos oraciones escritas en papeles caducos, sino las dictadas por el corazón. Bailamos no con el cuerpo, sino con el corazón y sus alas. Cantamos no con la voz física, sino con la voz del corazón… Los cátaros estamos vivos, vivos solo porque el corazón continuamente derrama vida.

Los cátaros conocen perfectamente el final del camino, el objetivo y la trayectoria sin trampas del camino. Para vencer los pensamientos, emociones, miedos, obsesiones, complejos… no hace falta ir a un vacío donde no sentirás dolor, pero donde tampoco habrá nadie y donde con nadie compartirás nada. Para vencer lo malo hay que rodearse de personas que ya lo han vencido, personas que tienen abierto el corazón espiritual: pues en él no hay  nada malo, él no piensa, él no tiene pasiones, él no se altera… Allí está el Templo de la verdadera Paz, y el verdadero rostro de nuestra Madre. Allí se vive «en la Tierra como en los cielos».

 

 

 

 

 

 

 

Salir de la trampa tecnológica

Estamos en el siglo XXI rodeados de todo tipo de avances tecnológicos que supuestamente nos ha ayudado a… ¿A ser más evolucionados? ¿A tener más inteligencia? ¿A vivir mejor?
Móviles, ordenadores, internet, televisión, cine… Toda una realidad virtual que aparentemente nos une, pero que en realidad está ocasionando una gran separación entre los seres humanos.

Existe un plan de deshumanización global que empieza con la aceptación masiva de las nuevas tecnologías, vendidas como parte necesaria para la evolución. Pero miremos con ojos sobrios a nuestro alrededor: calles vacías sin niños jugando en ellas, parques con grupos de adolescentes que no hablan entre ellos, mirando las pantallas de sus móviles, incremento de las consultas a psiquiatras por adicciones a una artificial comunicación, aumento nefasto del número de suicidios en jóvenes. Niños solitarios, niños depresivos, niños aislados, niños violentos, bullyng, peleas, golpes, violaciones… Y ellos, los niños, son el futuro de nuestro planeta.

Vayamos más allá. ¿Por qué la humanidad se violenta más, cuál podría ser una de las raíces de su caída? Pensemos en los videojuegos. ¿Qué imágenes aparecen en ellos? Zombis, armas, vampiros, sangre, guerras, muerte… No hace más de una semana, en una conocida tienda de juguetes para niños encontré un juego con la siguiente regla para ser el ganador: «Baja al Dungeon. Mata todo lo que encuentres. Apuñala a tus amigos y quédate con sus cosas. Toma el tesoro y corre. Admítelo. Te encanta».

No necesita más explicación. La misma lectura de esta regla ya nos indica el universo oscuro que se abrirá ante nuestros hijos.
Sigamos desentramando una cruda realidad, abierta incluso por sus propios creadores. En las redes circula ahora una entrevista del impulsor de Facebook, Sean Parker, quien afirma:“Se nos ha escapado de las manos, son un problema de salud psíquica, crean adicción, solo Dios sabe lo que está haciendo con el cerebro de los niños”. Y sigue explicando: «Para conseguir que la gente permaneciera mucho tiempo en la red, había que generar descargas de dopamina. Eso explota una vulnerabilidad de la psicología humana. Esto lo sabíamos y a pesar de ello, lo hicimos».

Pero ante todo este panorama tan desolador, hay una gran esperanza que los cátaros abren al mundo:
Se puede vivir con verdaderas relaciones del corazón, ante la deshumanización a través de las frías tecnologías nosotros proclamamos la vida con el corazón abierto. Nuestras comunidades, encuentros, convivencias, abren una manera de relacionarse arquetípica que ha estado presente en todos los tiempos y civilizaciones bondadosas.

La vida no para uno mismo, sino para el prójimo. La vida con relaciones humanas, sanas, basadas en el amor, pero no un amor egoísta, interesado, obsesivo…, sino un amor real, incondicional, duradero. Lo más importante no es la evolución, el alargamiento de la vida artificial, órganos clonados, chips insertados… ¿Para qué vivir más, si se vive en un infierno? Nada de esto es comprensible para el corazón. Nada de todo esto forma parte de la dimensión del amor, que al fin y al cabo, es lo que cada ser humano busca en esta Tierra.
Estamos ante un gran reto mundial: la elección de una humanidad pereciendo bajo esta gran trampa tecnológica donde un futuro semi-hombre, semi-robot andante, sin conciencia ni corazón, pudiera poblar países fríos, metálicos, grises; o una humanidad de seres humanos con una vida floreciente y luminosa, basada en los estatutos hermosos del corazón.
¿Qué eliges tú?

Las ‘buenas mujeres’

En 1147, Éverin, un monje de la abadía de Steinfeld, dio testimonio acerca de una particularidad interesante del movimiento cátaro: el notable protagonismo que alcanzaron las mujeres en todos sus niveles, en contraste con lo que ocurría en la Iglesia católica oficial.

Los registros medievales contienen muchos ejemplos que ilustran el interés y la atracción de las mujeres occitanas por el catarismo. Muchas de ellas acudían a las prédicas de los ‘buenos hombres’, otras iban mucho más lejos y se hacían miembros de las comunidades cátaras. Así, hacia el año 1200, las mujeres de la aristocracia de Carcasona y de Tolosa, mujeres casadas, viudas o solteras podían entrar en la Iglesia cátara como ‘buenas mujeres’.

Cada iglesia o diócesis cátara se componía de comunidades separadas de ‘buenos hombres’ y ‘buenas mujeres’. Estas comunidades vivían en casas bajo la autoridad de un ‘anciano’ o una ‘priora’, responsables de su comunidad. Ciertas poblaciones destacan por haber tenido gran número de casas con ‘buenas mujeres’ como por ejemplo Mirepoix con cincuenta casas y Villemur con cien casas, ambas poblaciones en la región de Toulouse.

Al ingresar en una de estas casas-comunidades, la ‘buena mujer’ seguía un período de preparación —que podía variar entre varios meses y tres años— en el que aprendía los buenos estatutos de la pureza y de la verdad. Durante la ceremonia de consagración, el consolaméntum (el consuelo del Espíritu Santo), tanto la ‘buena mujer’ como el ‘buen hombre’, daban sus votos de virginidad y de misericordia, de ascetismo y pobreza, de abstinencia de alimentos carnales, de leche y sus derivados. Además, las iniciadas podían practicar ayuno durante cuarenta días tres veces al año.

Las casas cátaras estaban muy lejos de ser conventos de clausura. Situadas en medio de las ciudades estaban abiertas a la sociedad y participaban de la vida social de la época: constituían verdaderos talleres especializados en una profesión u oficio como tejedores, curtidores, etc. Otras casas servían de hospicio para los viajeros y los pobres o bien de hospital para los enfermos.

En el ritual cátaro occitano, redactado en torno a 1250 se decía: ‘Este santo bautismo (consolaméntum) se ha transmitido de ‘buen hombre’ a ‘buen hombre’ hasta hoy, y la Iglesia de Dios lo conservará hasta el fin de los tiempos’. Belíbaste, el último ‘buen hombre’ que murió en la hoguera en 1321, afirmaba que ‘este sacramento se ha transmitido igualmente de ‘buena mujer’ a ‘buena mujer’ porque hay ‘buenas mujeres’ como hay ‘buenos hombres y uno puede salvarse tanto por ellas como por ellos’.

En los tiempos de persecución del catarismo, sobre todo a partir de la creación de la Inquisición, muchos testimonios informan de la vida errante y clandestina que llevaban las ‘buenas mujeres’, temiendo en todo momento ser denunciadas. Igual que los ‘buenos hombres’ ellas también iban siempre en compañía de una ‘socia’. En su vida errante podían acudir a la casa de algún miembro de la familia y ‘bendecir el pan’ antes de cada comida. Del mismo modo las ‘buenas mujeres’ como los ‘buenos hombres’ recibían el saludo ritual o melioraméntum, triple inclinación y triple demanda de bendición que los creyentes solicitaban al encuentro de los cátaros. Los inquisidores llamaban a este rito la ‘adoración de los herejes’. Los últimos ‘buenos hombres’ llegaron a afirmar que ‘todas las almas son buenas e iguales entre ellas y que el diablo había sido el responsable de la diferencia entre ellas cuando fabricó los cuerpos’.

 

Beethoven. Sonata no 14, ‘Claro de luna’.

 

Textos extraidos de los libros “El piano como orfeón” y “El crescendo del bien” escritos por Juan de San Grial.

La música de Beethoven es extremadamente humanística. No consideramos humanístico únicamente lo que interviene en defensa del hombre, sino lo que lo muestra como EL VALOR MÁS ALTO DEL UNIVERSO. Esta música es un restablecimiento de la imagen divina en la humanidad. Cada nota favorece la transubstanciación en ligereza y pureza espiritual ayudando a entrar en las alturas de las vivencias musicológicas que no son posibles en los acuarios humanos. Por mucho que las almas naden en ellos, cual atractivos pececillos de río, ni siquiera ellos podrán alcanzar las esferas que emanan fragancias de manera tan maravillosa

Para que Beethoven pudiese plasmar esta musicología musical en sus partituras tuvo que pasar por la gran iniciación de Minné. La Dama Blanca Celestial.

La revelación en la noche antes del suicidio.

… A lo largo de cinco-seis años, desde 1795 hasta 1802, la sordera progresaba. Beethoven perdía su oído lentamente, lo que le causaba grandísimos sufrimientos. La música que oía ayer mismo, hoy la dejaba de oír…

Los doctores lo seducían con esperanzas falsas: “Es necesario ir a las aguas, el oído paulatinamente mejorará…”. Por fin, el médico en quien Beethoven confiaba, dijo: “La situación no tiene salida. Hacia los 32 años usted perderá el oído definitivamente”.

¡Una sordera completa por delante!. Una cruz así para un músico es insoportable: es lo mismo que un corredor de fondo sin piernas…

A los 32 años Beethoven prácticamente muere; ensordece, tras ser envenenado por un agente romano debido a su amor a la libertad y por la profundidad de su música. Le sobreviene una crisis mortal.
¿Qué significa no oír la música propia para un compositor?. Es igual que si al pianista le cortan las manos o al atleta las piernas. Oye la música en su interior pero al mismo tiempo no la oye… ¿Para qué escribir entonces?.

Antes buscaba una mujer terrenal, quería casarse. Tenía novias: alumnas aristócratas, la condesa Guicciardi. ¿Pero qué condesa se casaría con un sordo? Entonces, se quedaría solo…
Beethoven decide suicidarse. Compra dos pistolas, escribe un testamento detallado, transfiere un pequeño legado a sus hermanos Karl y Johann.

El testamento que escribió el compositor en Heiligenstadt sigue siendo un secreto no menor que el tercer secreto de Fátima. Han pasado siglos, pero el secreto del testamento de Beethoven no está revelado todavía.

Pero ocurrio algo… El suicidio no tuvo lugar.
¿Qué pudo detener al hombre en su grado extremo de desesperación, desengaño y soledad? ¿Los amigos? No, no había nadie que pudiera disuadirlo. No se abría a nadie, no pedía consejo a nadie, a pesar de que tenía muchos amigos y protectores: ¡no había ni un mínimo signo de que Beethoven confiara en alguien!.

¿Quizá fue la música que escribía?. No… ¡Fue Minné quien lo visitó!
Cuando Beethoven acababa de escribir su testamento, en el último momento lo detuvo una mano: se le reveló Minné diciéndole: “Insensato, tu vida solo acaba de empezar. Te revelaré una vida nueva, te daré un nuevo nacimiento y una nueva respiración. El hombre ha sido engendrado para toda la humanidad, ella será tu novia”.
Minné revela a Beethoven lo que ya sabía: EL SECRETO DE LA EXISTENCIA ES EL GRAN AMOR QUE DEBE DESCENDER AL MUNDO COMO UN SOL Y UNIR A TODA LA GENTE EN UNA FAMILIA.
¡Esto es un pensamiento meramente cátaro!. Los cátaros decían: “la Tierra es la casa de la Madre Divina. ¿Y cómo invitar a la gente a esta casa? ¡Con un gran amor hacia ellos!, el mismo amor que Ella profesa”.
Solo gracias a Minné, Beethoven sigue vivo. Minné lo estremece tanto que el compositor decide consagrarse enteramente a Ella. Apreció a Aquella que le había visitado: la mujer celestial, el celeste amor, La Sabiduría Divina
Ella, su genio espiritual, le dijo: “Es necesario que sea así, DEBES ENSORDECERTE PARA ESTE MUNDO, Y ASÍ EMPEZAR A ESCUCHAR LO QUE NADIE ESCUCHA”.
Beethoven de repente oyó una música tan hermosa que penetró su corazón. Se le reveló la verdad. De repente resplandeció el pasillo claro hacia la vida futura. Comprendió que iba a escribir precisamente de esta manera. ¡Ninguna sordera le molestaría para crear obras de arte geniales! Se le perforó el oído espiritual. Oiría en otros mundos, a los cuales el oído ordinario no se tiene acceso.

¡Hay que pasar por las puertas mortales para recibir una revelación musical de lo alto igual a la beethoveniana! Hacerlo es posible solo con ayuda de Minné. ¡Esta es la perspectiva que Beethoven descubrió en la noche antes del suicidio! No escribió sobre eso a nadie. Era de carácter reservado, eran muy pocas personas a quienes confesaba sus vivencias interiores. Además, lo espiaban los agentes romanos: entonces la música estaba bajo control. Hace poco había fallecido envenenado Mozart, Beethoven podría sufrir la misma suerte, si él de alguna manera ostentase su espiritualidad no-conformista.

Que importante es para cada alma reencontrar esta espiritualidad no- conformista. Llegar a tener esa “conversación” íntima y sincera como el mismo Beethoven tuvo con Minné. Cada alma busca, a pesar de todo, esta conversación, este diálogo con la divinidad. Lamentablemente la oración se ha convertido en un conservatorio automático y dogmático igual que para los músicos.

Nosotros cambiamos la palabra conservatorio por El ‘conversatorio’, que conversa. Esta palabra no existe, pero la hemos inventado. ¡Genial!
La escuela de Minné es un conversatorio. El “Minnesinger”, el que canta o interpreta a Minné dice: Cada vez que toco, hablo con las personas que escuchan. Mi estilo, mi manera de tocar es un discurso directamente desde el cielo, como una revelación.

Si el alma no llega hasta los aspectos del amor superante y de las puertas mortales que cada persona está pasando, o si Minné no vence las puertas mortales y no hay oído espiritual absoluto capaz de atender a la música de

manera adecuada, resultará una parodia miserable: un cancán pianístico, la exposición de la técnica, el narcisismo, los aplausos, el bisar…
Para tocar a Beethoven hay que pasar diariamente el mismo camino que pasaba él: por las puertas de la muerte y por las puertas del misterio más alto que detiene en la Tierra el suicidio de una persona tan pasional como Beethoven

Musicológicamente en la interpretación del Adagio Sostenuto de la sonata no 14 de Beethoven hay que poner todo el esfuerzo, todos los motivos pasionales nocturnos… Así se reza a la buena Divinidad, viendo el estado lamentable, trágico, apocalíptico del mundo, su sonambulismo. Al mismo tiempo, esta oración musical debe estar llena de bondad, de amor infinito y de misericordia. No debe haber ningún temor, ningún temblor ni horror.

Hay que tener la profunda esperanza de que un día el Reino del Padre del puro amor y de Minné descenderá a la Tierra, de modo que el hombre se hará instrumento del puro amor, de la perfecta bondad, de la paz mesiánica y de la pureza que lo une verdaderamente en uno con la purísima de las puras Divinidad, y de ese modo con todos sus hermanos en la Tierra.

Profundizando en una música tan simple como ‘Claro de luna’, tocada con las manos del músico verdadero, del minnecantor, se halla la polifonicidad interior. Se oyen el bajo y la melodía. Las voces interiores ocultas se disgregan desde el tejido melódico, entonces se cubre de un dibujo milagroso de armónicos, de una textura divina que empieza a volar.

En el ‘Claro de luna’ es importante oír tres voces: 1o el bajo: Es la Divinidad, 2o la melodía: la nota humana y 3o el acompañamiento: el Univérsum sonante, la ecúmene, todo el conjunto de los mundos.
Cuantas más voces usted sea capaz de destacar, con más perfección arquitectónica sonará la melodía.

¡Que suene la bella romanza de Minné!