“Viaje a los Castillos Interiores”

 Entrevista a miembros de la Asociación Cátara de Valencia

Como cuarto año consecutivo, desde la Asociación Cátara de Valencia, hemos organizado un viaje a los castillos cátaros de Montsegur, Peyrepertuse, Queribus, y también a San Salvador Verdadero (situado en la provincia de Gerona). Se trata de un viaje espiritual, una experiencia diferente a aquellas que se realizan por el mero placer de viajar o “consumir” destinos turísticos.

Durante este viaje hemos previsto visitar, además de los castillos una serie de importantes cuevas dentro del marco de la esencia cátara ( entre ellas la cueva de Lombrives conocida también como “la catedral de los cátaros”).
Hemos propuesto para este viaje un extenso programa, donde se realizan los ágapes, prácticas cátaras como cantos, oraciones o ablución en aguas puras (cabe mencionar que solemos buscar emplazamientos cercanos a fuentes de agua, como pozas o nacimientos).

Hemos querido preguntar a algunos hermanos que viven por primera vez esta experiencia, indagando acerca de sus expectativas y motivación. También contamos con la colaboración en esta entrevista, de los “veteranos”, quienes nos cuentan el porqué de estos destinos en el viaje que ahora realizamos.

Os invitamos a seguir leyendo esta entrevista en la que se habla sobre valores humanos y espirituales, bondad, comunión con la Naturaleza, … Queremos que descubráis por vosotros mismos todo lo que hemos recogido hablando con nuestros entrevistados.

 

¿Por qué se va a estos castillos?

El acercarse a los cátaros siempre crea una expectativa (especialmente para los que conocen) que dista mucho de cualquier experiencia turística o incluso filosófica… es como un peregrinaje al interior.

Lo que más nos motiva es entender a esta buena gente, cuál es su forma de vida, de dónde viene su fuerza espiritual. Su determinación les lleva a un fin que está por encima de persecuciones u hogueras; queremos conocer de qué fuentes espirituales bebían para tener esa determinación.

La bondad, en especial ésta, es poco entendible hoy en día. Si queremos la bondad arquetípica, que destacó en los pueblos que vivían en esta providencia bondadosa, uno de los enclaves que tenemos más cercanos son los cátaros.

Tenemos fuentes para que estos viajes sean espirituales, no buscamos experiencias únicamente, sino respuestas a preguntas internas sobre nosotros mismos, cómo está el mundo, qué ha pasado con los valores desvalorizados, en los que estos pueblos se apoyaban. Algunos de estos valores son apreciar al prójimo, valorar cada alma como un tesoro, tesoro profanado tantas veces por ideologías, miedos, traumas. Los cátaros tenían visión reveladora, sabiendo que en el interior de cada persona habita una divinidad.

En esos lugares germinarán las semillas que ya están plantadas en nuestro interior, y así podremos sentir qué significa el catarismo.

Nuestros viajes son muy sencillos y transparentes; los cátaros deslumbraron por la sencillez de sus actos con la profundidad de su bondad. Llegaban al corazón de las personas con su ejemplo… la rica sencillez de estos pueblos es algo que se echa en falta en la sociedad actual.

 

¿Qué significa para ti este viaje?

“Para mí este viaje significa el encontrarme, el sentir cuando los inmortales estuvieron allí, su gracia; sé que también me encontraré con la gracia de Madre Divina.

Como cátara que soy, será como ‘volver a casa’. Se trata de un viaje interior, durante el cual el alma intentará descubrir cómo vivieron los cátaros, qué sintieron, cómo sufrieron cuándo fueron perseguidos; también descubrirá su pureza, su bondad… y eso es posible porque todo ello queda impregnado en los castillos.

El alma puede despertar a una vida de sencillez y pureza con el anhelo de ayudar al prójimo sin intereses. Creo que mi corazón espiritual se abrirá. Deseo que el alma sienta el fuego de las prácticas cátaras cuándo ayudan a entrar en contacto con la divinidad”.

 

Seguimos hablando sobre otros dos hermanos sobre el significado que le dan a este viaje, nos hablan sobre unión fraternal y valores del catarismo:

“Este viaje significa una iniciación a la caballería de los buenos hombres, dado que en estos lugares se expandió un movimiento filosófico, espiritual y cultural que fue revolucionario e incluso nostálgico para la época actual. Pienso que en estos días se necesita una forma de vida con los valores del catarismo.

Supone una entrada a esta atmósfera de paz, armonía y unión fraternal”.

“Es mi cuarto viaje con los cátaros, y anteriormente realicé dos en solitario. En el primero tenía expectativas, pero en la actualidad viajo sin ellas, y veo que cada paso por este viaje es como una pequeña iniciación dónde se dejan atrás muchas cosas, y a la vez te colmas de otras”.

 

¿Qué es lo que te mueve para realizar este viaje a los castillos cátaros?

“Quiero conocer cómo vivían estos pueblos puros, impregnarme y sentir su bondad. Sé que vivían en comunidad y en comunión con la Divinidad, la Naturaleza, y con otros pueblos, y me gustaría descubrir estos aspectos más en profundidad.

Los cátaros eran hombres y mujeres buenos que anhelaban ayudar al prójimo. Me motiva seguir los pasos de estas personas puras de corazón”.

“Me gusta el cambio y la renovación; también me gusta moverme de un sitio a otro, siempre que viajo trato de ir a lugares dónde me sea posible, crecer, aprender y descubrir algo nuevo.

Este viaje al sur de Francia no lo realizo por primera vez, pero ahora tengo otra comprensión, conciencia, visión y conocimiento… Y creo que lo voy a vivir de forma diferente, estoy convencido de que va a ser así.

Además de la riqueza arquitectónica de los castillos, el viaje transcurrirá por una zona muy rica en recursos naturales, y regada con abundantes aguas. Me interesa mucho compartir la experiencia con otras personas que van a acompañarme en este viaje”.

No menos interesante es la aportación de otro de los entrevistados, centrada en la unión fraternal y con la Naturaleza:

“Vivir en directo en la fraternidad cátara, sus oraciones, cantos… vivir como ellos vivían, en unión. También conseguir una unión con la Naturaleza, como parte de la Divinidad. La posibilidad de habitar en contacto con la Naturaleza y cerca de fuentes puras es asimismo uno de los aspectos que me mueven.

Sé que sentiré la presencia viva de los cátaros inmortales en esos castillos”.

Estamos seguros de que esta entrevista os ha llegado al corazón, y esperamos sinceramente que os haya gustado. Si es así, dentro de unos días, publicaremos una “segunda parte” en la que los hermanos nos desvelarán su experiencia una vez realizado este “viaje a los castillos interiores”…

Humanismo

Algunas personas nos preguntan: ¿Por qué hablar de Catarismo en una época como la actual? En nuestras calles, colegios, hospitales, despachos de intelectuales, empresarios… por todos lados está empezando a dominar una nueva era postbiológica, tecnológica o transhumana. Pero, ¿qué es esto? Se trata de un movimiento consciente de deshumanización con cada vez más fuerza.

Se rechazaron la consciencia, los inicios sublimes, nobles y arquetípicos del hombre, y ¿en qué se convierte el ser humano? Esta emergente mentalidad se fomenta en la consideración del hombre como un fracaso, se considera que nuestra especie fracasó en su proceso de evolución y desarrollo, tanto biológico como cultural, y por tanto, que la condición real del hombre es, literalmente, ‘miserable, sesgada y asfixiante’.

Y esta es la triste forma en la que sin darnos cuenta nos miramos unos a otros, siempre viendo el peor rasgo del prójimo. Considerando a Fulanito inútil, a Fulanita tontita, al otro un aprovechado… Y así, un largo etcétera que en definitiva se traduce en un menosprecio al valor del hombre, en una incapacidad de ver lo que realmente se esconde en los demás, convirtiendo al otro en un enemigo del que hay que prevenirse, en un cero con signo negativo.

Y de esta manera, casi sin darnos cuenta, el mundo se va edificando en la individualidad donde uno solamente puede confiar en uno mismo o si acaso en su ‘fiel amigo’ Google. Desde este punto de vista, cada persona tiene la obligación de ser autosuficiente, empoderado, independiente, omnisapiente, y si no es así, es un individuo mediocre. La individualidad elitista, tecnología y misantropía son los tres rasgos del nuevo paradigma postbiológico que quiere establecerse.

Y es por esto, que ¡el Humanismo solar Cátaro, al estilo de León Tolstoi, está más de actualidad que ninguna otra cosa!

¿Cómo se puede crear una sociedad en la que los valores universales, y no leyes frías, rijan nuestras vidas y relaciones? ¿Cómo se puede vivir en comunidades, familias, amistades construyendo un auténtico concilio donde cada miembro es transcendentalmente importante? ¿Qué puede dar el impulso para buscar actuar siempre con el bien? O sencillamente, y realmente la base de todo lo anterior, ¿cómo se puede amar de verdad?

Para amar a la gente, verla tal y como es, se tiene que caer la venda de la exterioridad que obstaculiza nuestra vista. Los Cátaros consideraban a cada persona de la Tierra el templo increado de la Divinidad. No que el Dios está en algún lugar lejos e inaccesible para el hombre, sino que la plenitud de la Divinidad habita escondida, como en un campo de concentración pequeño, en el interior de cada persona. Y he aquí el estatuto cátaro y de la espiritualidad universal: ver a Dios y ver al prójimo es lo mismo.

Pero ¿cómo se puede ver al hombre auténtico, más allá del ser exterior? Aquí entra en juego el camino espiritual interior, ya que sólo se puede ver al hombre real, el ser teohumano no manifestado, con los propios ojos de la Divinidad. Un pequeño ejemplo: los indígenas americanos al llegar los conquistadores los veían como Dioses, seres perfectos sin mal, ¿porqué? Por qué ellos mismos no conocían el mal, en ellos esto no existía y por tanto eran incapaces de verlo en los demás.

¿Y cómo, si por primera vez lo ves, despertarlo y ayudar al otro a manifestarlo? Otra vez, a través de la purificación y el camino interior, acumular el amor divino. Ya que el amor del cielo, puro y virginal (los cátaros le llaman Minné), es la incisión que hace que ese potencial divino estalle y resplandezca, es la fuente de la catarsis purificante, del conocimiento de uno mismo, de la liberación del mal. El amor Minné salva, cura y entrega la vida eterna.

Si cada uno de nosotros asimilará en lo interior esta profunda visión del hombre, si pudiéramos ver al ser humano con los ojos puros y divinos, se terminarían las guerras y se establecería la paz eterna, desaparecería la necesidad de la civilización tecnocrática, desaparecerían los miedos y malos pensamientos… Por qué ya no uno mismo, ni un Dios abstracto y ajeno, sino que cada alma de la Tierra sería nuestro último objetivo, hacer el bien y dar el amor a los demás: el sentido de nuestra existencia. Pero, ¡esto no es una idea utópica, en la edad media la civilización Cátara demostró que era real y posible!

 

 

 

María Magdalena. La esencia del Amor.

¿En que consistió la esencia misteriosa de María Magdalena? Sí, sabemos que fue maestra, guía instructora, conocedora de grandes misterios espirituales, heredera de Cristo, custodia del Grial, discípula de María… Pero su singularidad consistió en que pudo aceptar en su corazón la PLENITUD del amor, un amor vivo, real, dedicado, activo. ¿Qué quiere decir vivo? A continuación trataremos de plasmar lo que quiere decir, pero para empezar queremos diferenciarlo del amor de pensamiento, particular, personal; y por lo tanto abstracto, limitado, temporal o condicionado.

La existencia de este amor era tan evidente que solo su presencia conmovía a las personas. Sus corazones se enternecían al recibir este amor en forma de la vibración tan elevada que transmitía: en forma de olas, como una música silenciosa, inundaba todo a su alrededor. Bastaba con estar cerca de ella, permanecer en su esfera, para que el ser interior se cambiase, incluso hasta hacer una metamorfosis positiva: despertaba su potencial divino, se iniciaba en la sabiduría superior, y podía llegar a nacer de nuevo.

María Magdalena, al haber conocido y experimentado la revelación del amor supremo y puro, podía colmar con este amor a todos los que venían a ella pidiendo ayuda, independientemente del estado en que se encontrasen. Toda persona era merecedora de ser contemplada bajo la luz de la pureza con su mirada sagrada: veía la belleza, pureza, bondad en cada uno: el yo verdadero, original, solar.

Al experimentar este consuelo, muchas personas quisieron convertirse en discípulos suyos. Entonces María Magdalena los preparaba para convertirse en receptores de este grado superior de amor. Ella se transubstanciaba en el prójimo, se unía de modo puro y luminoso, desinteresadamente. Y es a través de una unión, un matrimonio espiritual entre las almas, que este amor sagrado y absoluto se trasvasa de un corazón a otro. El alma vive entonces en el prójimo, permanece unida a él, le sirve. Uno sirve al otro, está en unión con el otro… y la humanidad se convierte en una gran fraternidad.

Con esta perspectiva luminosa sobre el otro, se le ayuda a vencer  las pasiones oscuras, los pensamientos malos, la mentira  y otros tantos venenos como el rencor o el juicio. Como es de suponer, la unión pura se da a condición de cultivar la pureza el interior. Tras recibir una iniciación en la sabiduría universal, se ha de adquirir el discernimiento sobrio, estar en continua vigilia espiritual, realizar catarsis.

Pero este proceso sería imposible sin encontrar un espejo sagrado en el que se pueda ver el alma. Y en esto consistía la fuerza de María Magdalena. Era una manifestación perfecta del amor celestial, la unión y la transubstanciación en el prójimo.

No necesitaba hacer uso de la palabra para comunicarse. Su escuela, fue una escuela sin dogmas ni cánones ni libros. Ilustraba con su ejemplo vivo de amor, con relatos verdaderos sobre su propia experiencia. Si pronunciaba sabios discursos, era en respuesta a las muchas preguntas que le planteaban científicos, ilustres poetas, escritores o filósofos. María veía muchas de estas preguntas como innecesarias, pero respondía con humildad, diciendo que era la Sabiduría la que le dictaba estas respuestas y lo hacía como prueba de que quien posee el amor superior posee también el horizonte de todos los demás conocimientos; de la misma manera que para quien está cerrado el amor, le está cerrado el verdadero conocimiento.

La práctica cátara

 

LA PRÁCTICA CÁTARA

Una gran búsqueda inquieta hoy a la humanidad. Millones de personas realizan prácticas espirituales en busca de la felicidad, en busca de la paz, en busca de más abundancia (generalmente material y económica), en busca de poner fin a sus problemas, en busca de tener éxito en la vida… Se busca y se busca, sin parar. Pero, ¿por qué se busca; aquí y allá, y más allá, y otro curso más, y otra terapia, y otro maestro…? ¿Por qué?

Porque no se encuentra.

¿Y quién busca? Busca quien siente que le falta algo. Busca quien ha perdido algo. El verbo buscar ya en sí mismo presupone haber perdido. Y así es: hemos perdido algo, y ese «algo» lo buscamos y buscamos, y practicamos y practicamos para hallarlo, incansablemente.

Según el catarismo, el alma, al descender a este mundo, perdió el recuerdo de su vida en los cielos. Pero no por completo, pues el ser humano, en cierta manera, aún recuerda que en algún otro lugar y en otro tiempo fue feliz, estaba tranquilo, sosegado… Queda un vago recuerdo de otra vida, y esa vida perdida es la que estamos buscando.

Se trata pues de una gran búsqueda. La búsqueda eterna que ya mencionó Cristo, la de «vivir en la Tierra como en los cielos».

La diferencia entre la práctica cátara y otras prácticas es: el lugar al que conduce el camino, el cielo al que se llega.

Muchas prácticas persiguen un estado placentero, de bienestar, de alegría, de amor…; pero si se pregunta: ¿y a dónde te llevará tu práctica, cuál será el final de tu camino? Pocos podrían contestar. No saben adónde les están conduciendo. Solo practican y practican, pero el lugar al que llegarán queda como un misterio. Se desconoce no solo el final, sino la misma ruta que se está tomando.

Un día conocí a una buscadora que SÍ sabía cuál era el final de su camino práctico. Ella quería alcanzar el Nirvana. Lo definía como un estado de quietud absoluta, de paz, de no pensamiento: «la cabeza vacía, sin ningún ruido allí dentro».

Su maestro espiritual le había enseñado durante años decenas de prácticas para alcanzar dicho Nirvana, él lo llamaba: el infinito o la eternidad. Este «guía» aseguraba vivir allí. Había alcanzado tal estado y como maestro conducía a otros hasta este «místico» lugar. La buscadora, como alumna tozuda, se esmeró y esmeró, y lo consiguió. Un día, en una meditación llegó hasta allí, y lo relata de la siguiente manera: «me pareció grandioso, no había pensamientos ni emociones, era como un vacío inmenso, no había nada, nada. Ni colores ni gente ni edificios ni ruidos… no había nada. Ningún sonido en la cabeza. Solo un espacio inmenso de un color parecido al violeta. Nada más, solo había violeta».

En aquel momento le pareció el paraíso, sobre todo porque allí no pensaba ni sentía nada, había alcanzado la quietud absoluta, su anhelado Nirvana. Y pasó el tiempo, y cada vez alcanzaba con más facilidad este estado en sus meditaciones… Subía al «infinito» cuando quería. Y poco a poco, se quedó a vivir allí.

Pasaron los años… y de repente, como tras un largo sueño, se despertó y comprendió algo: «estoy sola, no hay nadie a mi alrededor, no puedo amar a nadie estando aquí, no hay nadie en este lugar… estoy como muerta. ¿Acaso la muerte se diferencia en algo de este estado?». Entonces quiso salir de allí, pero ya no le fue tan fácil. No encontraba la puerta de retorno.

Han pasado cuatro años desde que alcanzó su Nirvana y ahora cuenta: «De verdad no había nada. Era vacío. Nunca volvería allí. Es la muerte. ¿Cómo querría volver a un sitio donde no hay nada: no hay ni una señal de vida?… Absoluto vacío».

En verdad, en un principio el «infinito» le pareció grandioso porque había alcanzado la experiencia de no tener pensamientos ni emociones molestas, y esto en algo puede parecer muy esperanzador. El alma, de verdad, busca cómo liberarse del cuerpo, estar más lejos de la cárcel de las emociones y pensamientos. Busca vivir «en la Tierra como en los cielos». Pero se hace imprescindible conocer el lugar al que llegará el final de nuestro camino: si será una cámara vacía, si será un lugar violeta sin límites, sin nadie alrededor, o aún peor, si solo habrá gritos y desesperación.

 

La práctica cátara conoce perfectamente el objetivo de su camino y el lugar al que conduce: el CORAZÓN ESPIRITUAL, y el objetivo: ABRIRLO. Y…, ¿por qué el corazón, por qué allí, qué puede haber allí dentro? ¿Acaso no será de nuevo un vacío, una sala sin nada, un color violeta o rosa y nada más; o acaso estará el amor, como algunos dicen de modo abstracto? ¿Qué puede haber en él?

Es maravilloso encontrar testimonios de personas que han podido entrar a allí.

En Colombia, es conocido el caso de una mujer que en una experiencia cercana a la muerte dijo haber entrado en el corazón de Cristo. «Entré allí como por unas puertas y detrás de las puertas vi un país maravilloso lleno de hierba verde fresca, agua por todos sitios, seres luminosos, flores aromáticas, todo estaba iluminado con hermosísimas tonalidades de colores, caminaban gentes vestidas con prendas preciosas…». En el corazón de Cristo había VIDA. Ningún vacío.

 

Juan de San Grial tuvo el gran honor de entrar a su propio corazón acompañado de la mano de la Reina Celestial y…, ¿sabéis lo que había allí? No era una cámara sin más. Allí había ríos, montañas, flores, árboles, había animales inimaginables, de ojos bondadosísimos… Había una arquitectura fabulosa de castillos, palacios bellísimos, jardines fragantes… HABÍA VIDA. ¡¡¡VI-DA!!!

¿Por qué cuándo llegamos al catarismo todos los que estamos aquí tenemos esta sensación?: ¡Por fin, ya está, ya he encontrado, ya no necesito seguir buscando y buscando… ya he llegado!  Preguntad a cada uno de nosotros y siempre escucharéis la misma respuesta: «Yo ya no sigo buscando, he encontrado». Y ¿a quién? podríais seguir preguntándonos. Y todos, sin duda alguna, contestaríamos: a la MADRE CELESTE.

Ella no vive allá, lejos, en algún lugar de las alturas. Los cielos ni siquiera están en los cielos. Los cielos tienen una puerta de entrada, que tampoco está en los cielos. Esa puerta está aquí, en la Tierra. Y está bastante cerca, en TU CORAZÓN ESPIRITUAL. Pero este está cerrado.

Hoy en día, más que nunca, urge abrir el corazón, abrir sus puertas con llaves doradas. No con cualquier llave se abren las puertas. Las del corazón, requieren llaves de oro utilizadas a lo largo de los siglos por las espiritualidades auténticas: catarismo, zoroastrismo, bogomilismo…

Los cátaros rezamos, nos abluimos, bailamos, cantamos, hacemos ejercicios sinrítmicos  que ayudan a la salud física… Mas no rezamos oraciones escritas en papeles caducos, sino las dictadas por el corazón. Bailamos no con el cuerpo, sino con el corazón y sus alas. Cantamos no con la voz física, sino con la voz del corazón… Los cátaros estamos vivos, vivos solo porque el corazón continuamente derrama vida.

Los cátaros conocen perfectamente el final del camino, el objetivo y la trayectoria sin trampas del camino. Para vencer los pensamientos, emociones, miedos, obsesiones, complejos… no hace falta ir a un vacío donde no sentirás dolor, pero donde tampoco habrá nadie y donde con nadie compartirás nada. Para vencer lo malo hay que rodearse de personas que ya lo han vencido, personas que tienen abierto el corazón espiritual: pues en él no hay  nada malo, él no piensa, él no tiene pasiones, él no se altera… Allí está el Templo de la verdadera Paz, y el verdadero rostro de nuestra Madre. Allí se vive «en la Tierra como en los cielos».

 

 

 

 

 

 

 

Salir de la trampa tecnológica

Estamos en el siglo XXI rodeados de todo tipo de avances tecnológicos que supuestamente nos ha ayudado a… ¿A ser más evolucionados? ¿A tener más inteligencia? ¿A vivir mejor?
Móviles, ordenadores, internet, televisión, cine… Toda una realidad virtual que aparentemente nos une, pero que en realidad está ocasionando una gran separación entre los seres humanos.

Existe un plan de deshumanización global que empieza con la aceptación masiva de las nuevas tecnologías, vendidas como parte necesaria para la evolución. Pero miremos con ojos sobrios a nuestro alrededor: calles vacías sin niños jugando en ellas, parques con grupos de adolescentes que no hablan entre ellos, mirando las pantallas de sus móviles, incremento de las consultas a psiquiatras por adicciones a una artificial comunicación, aumento nefasto del número de suicidios en jóvenes. Niños solitarios, niños depresivos, niños aislados, niños violentos, bullyng, peleas, golpes, violaciones… Y ellos, los niños, son el futuro de nuestro planeta.

Vayamos más allá. ¿Por qué la humanidad se violenta más, cuál podría ser una de las raíces de su caída? Pensemos en los videojuegos. ¿Qué imágenes aparecen en ellos? Zombis, armas, vampiros, sangre, guerras, muerte… No hace más de una semana, en una conocida tienda de juguetes para niños encontré un juego con la siguiente regla para ser el ganador: «Baja al Dungeon. Mata todo lo que encuentres. Apuñala a tus amigos y quédate con sus cosas. Toma el tesoro y corre. Admítelo. Te encanta».

No necesita más explicación. La misma lectura de esta regla ya nos indica el universo oscuro que se abrirá ante nuestros hijos.
Sigamos desentramando una cruda realidad, abierta incluso por sus propios creadores. En las redes circula ahora una entrevista del impulsor de Facebook, Sean Parker, quien afirma:“Se nos ha escapado de las manos, son un problema de salud psíquica, crean adicción, solo Dios sabe lo que está haciendo con el cerebro de los niños”. Y sigue explicando: «Para conseguir que la gente permaneciera mucho tiempo en la red, había que generar descargas de dopamina. Eso explota una vulnerabilidad de la psicología humana. Esto lo sabíamos y a pesar de ello, lo hicimos».

Pero ante todo este panorama tan desolador, hay una gran esperanza que los cátaros abren al mundo:
Se puede vivir con verdaderas relaciones del corazón, ante la deshumanización a través de las frías tecnologías nosotros proclamamos la vida con el corazón abierto. Nuestras comunidades, encuentros, convivencias, abren una manera de relacionarse arquetípica que ha estado presente en todos los tiempos y civilizaciones bondadosas.

La vida no para uno mismo, sino para el prójimo. La vida con relaciones humanas, sanas, basadas en el amor, pero no un amor egoísta, interesado, obsesivo…, sino un amor real, incondicional, duradero. Lo más importante no es la evolución, el alargamiento de la vida artificial, órganos clonados, chips insertados… ¿Para qué vivir más, si se vive en un infierno? Nada de esto es comprensible para el corazón. Nada de todo esto forma parte de la dimensión del amor, que al fin y al cabo, es lo que cada ser humano busca en esta Tierra.
Estamos ante un gran reto mundial: la elección de una humanidad pereciendo bajo esta gran trampa tecnológica donde un futuro semi-hombre, semi-robot andante, sin conciencia ni corazón, pudiera poblar países fríos, metálicos, grises; o una humanidad de seres humanos con una vida floreciente y luminosa, basada en los estatutos hermosos del corazón.
¿Qué eliges tú?

Las ‘buenas mujeres’

En 1147, Éverin, un monje de la abadía de Steinfeld, dio testimonio acerca de una particularidad interesante del movimiento cátaro: el notable protagonismo que alcanzaron las mujeres en todos sus niveles, en contraste con lo que ocurría en la Iglesia católica oficial.

Los registros medievales contienen muchos ejemplos que ilustran el interés y la atracción de las mujeres occitanas por el catarismo. Muchas de ellas acudían a las prédicas de los ‘buenos hombres’, otras iban mucho más lejos y se hacían miembros de las comunidades cátaras. Así, hacia el año 1200, las mujeres de la aristocracia de Carcasona y de Tolosa, mujeres casadas, viudas o solteras podían entrar en la Iglesia cátara como ‘buenas mujeres’.

Cada iglesia o diócesis cátara se componía de comunidades separadas de ‘buenos hombres’ y ‘buenas mujeres’. Estas comunidades vivían en casas bajo la autoridad de un ‘anciano’ o una ‘priora’, responsables de su comunidad. Ciertas poblaciones destacan por haber tenido gran número de casas con ‘buenas mujeres’ como por ejemplo Mirepoix con cincuenta casas y Villemur con cien casas, ambas poblaciones en la región de Toulouse.

Al ingresar en una de estas casas-comunidades, la ‘buena mujer’ seguía un período de preparación —que podía variar entre varios meses y tres años— en el que aprendía los buenos estatutos de la pureza y de la verdad. Durante la ceremonia de consagración, el consolaméntum (el consuelo del Espíritu Santo), tanto la ‘buena mujer’ como el ‘buen hombre’, daban sus votos de virginidad y de misericordia, de ascetismo y pobreza, de abstinencia de alimentos carnales, de leche y sus derivados. Además, las iniciadas podían practicar ayuno durante cuarenta días tres veces al año.

Las casas cátaras estaban muy lejos de ser conventos de clausura. Situadas en medio de las ciudades estaban abiertas a la sociedad y participaban de la vida social de la época: constituían verdaderos talleres especializados en una profesión u oficio como tejedores, curtidores, etc. Otras casas servían de hospicio para los viajeros y los pobres o bien de hospital para los enfermos.

En el ritual cátaro occitano, redactado en torno a 1250 se decía: ‘Este santo bautismo (consolaméntum) se ha transmitido de ‘buen hombre’ a ‘buen hombre’ hasta hoy, y la Iglesia de Dios lo conservará hasta el fin de los tiempos’. Belíbaste, el último ‘buen hombre’ que murió en la hoguera en 1321, afirmaba que ‘este sacramento se ha transmitido igualmente de ‘buena mujer’ a ‘buena mujer’ porque hay ‘buenas mujeres’ como hay ‘buenos hombres y uno puede salvarse tanto por ellas como por ellos’.

En los tiempos de persecución del catarismo, sobre todo a partir de la creación de la Inquisición, muchos testimonios informan de la vida errante y clandestina que llevaban las ‘buenas mujeres’, temiendo en todo momento ser denunciadas. Igual que los ‘buenos hombres’ ellas también iban siempre en compañía de una ‘socia’. En su vida errante podían acudir a la casa de algún miembro de la familia y ‘bendecir el pan’ antes de cada comida. Del mismo modo las ‘buenas mujeres’ como los ‘buenos hombres’ recibían el saludo ritual o melioraméntum, triple inclinación y triple demanda de bendición que los creyentes solicitaban al encuentro de los cátaros. Los inquisidores llamaban a este rito la ‘adoración de los herejes’. Los últimos ‘buenos hombres’ llegaron a afirmar que ‘todas las almas son buenas e iguales entre ellas y que el diablo había sido el responsable de la diferencia entre ellas cuando fabricó los cuerpos’.